Apenas un delincuente
Cada vez que salgo del país, me surge el mismo problema. Tengo que llenar un formulario y decir cuál es mi profesión. Y no sé qué poner. No sé cuál es mi oficio. Si periodista, empleado, guionista, trabajador, oficinista o qué. Es un grave inconveniente. Algunos pueden decir que es una crisis de identidad. En realidad, esto que conté es una mentira, porque nunca salgo del país, pero estoy esperando que eso suceda para que mi crisis tenga un costado elegante. Las dudas de identidad de los que viajan por negocios son mucho más importante que las de los pobres diablos que tienen cuarenta minutos para almorzar un sandwich frente a la computadora.
En fin. Supongamos que tengo que viajar a Madrid para cerrar un acuerdo importante. Y el tipo de Migraciones me pregunta qué soy, qué hago, de qué vivo. En ese momento, balbucearé que soy un hombre. Y no sabré qué más decirle al empleado de gesto adusto y bigote implacable.
No puedo decir que tenga una profesión. Las profesiones son las que profesan los profesionales. Yo no profeso nada. Hago lo que puedo. Tampoco tengo un oficio. Los oficios son para los oficiales. Y por mi parte, soy mucho más clandestino que oficial.
Licenciado en comercio exterior, analista de sistemas, ingeniero hidráulico, experto en Marketing, licenciado en comercialización, empleado administrativo, cerrajero, ebanista, Maestro Mayor de Obras. ¿Qué es la comercialización? ¿Qué sistemas analizan los licenciados? ¿Qué es el Marketing? ¿Qué hacen los licenciados en Turismo? ¿De qué viven los técnicos en laboratorio?
Empiezo a sospechar que todo es una gran mentira. Imaginemos que un día todos intercambiamos lugares en la gran ensalada del mundo. Supongamos que a mi me toque ser médico, al enfermo le toque ser almacenero, al almacenero, gerente de marketing. Al gerente de marketing, albañil. ¿Cuánto tardaría la sociedad en acomodarse?
Creo que en menos de dos años, ya estaría el mundo funcionando como antes. Aquellos que no puedan adaptarse a sus nuevas funciones, se convertirían en los nuevos desocupados. A lo sumo, habría menos médicos idóneos y los puentes que construyeran los nuevos ingenieros se caerían irremediablemente. Pero tampoco sería tan grave. De hecho, hoy en día hay miles de médicos que no cumplen. Y los puentes...bah, ya ni se construyen puentes.
En conclusión si todos intercambiaramos los roles, el mundo seguiría andando. El título, la profesión, el diploma colgando en el despacho no son más que coartadas para engañar al mundo. Somos impostores. Y lo sabemos muy bien. Por eso, en mi futuro viaje de negocios, ya sé que le voy a contestar al hombre de bigotes de migraciones. Cuando me mire e interesado lea el papel que dejaré en sus manos, verá que esa persona que embarca para llegar a Barajas, será simplemente un ”delincuente”.
En fin. Supongamos que tengo que viajar a Madrid para cerrar un acuerdo importante. Y el tipo de Migraciones me pregunta qué soy, qué hago, de qué vivo. En ese momento, balbucearé que soy un hombre. Y no sabré qué más decirle al empleado de gesto adusto y bigote implacable.
No puedo decir que tenga una profesión. Las profesiones son las que profesan los profesionales. Yo no profeso nada. Hago lo que puedo. Tampoco tengo un oficio. Los oficios son para los oficiales. Y por mi parte, soy mucho más clandestino que oficial.
Licenciado en comercio exterior, analista de sistemas, ingeniero hidráulico, experto en Marketing, licenciado en comercialización, empleado administrativo, cerrajero, ebanista, Maestro Mayor de Obras. ¿Qué es la comercialización? ¿Qué sistemas analizan los licenciados? ¿Qué es el Marketing? ¿Qué hacen los licenciados en Turismo? ¿De qué viven los técnicos en laboratorio?
Empiezo a sospechar que todo es una gran mentira. Imaginemos que un día todos intercambiamos lugares en la gran ensalada del mundo. Supongamos que a mi me toque ser médico, al enfermo le toque ser almacenero, al almacenero, gerente de marketing. Al gerente de marketing, albañil. ¿Cuánto tardaría la sociedad en acomodarse?
Creo que en menos de dos años, ya estaría el mundo funcionando como antes. Aquellos que no puedan adaptarse a sus nuevas funciones, se convertirían en los nuevos desocupados. A lo sumo, habría menos médicos idóneos y los puentes que construyeran los nuevos ingenieros se caerían irremediablemente. Pero tampoco sería tan grave. De hecho, hoy en día hay miles de médicos que no cumplen. Y los puentes...bah, ya ni se construyen puentes.
En conclusión si todos intercambiaramos los roles, el mundo seguiría andando. El título, la profesión, el diploma colgando en el despacho no son más que coartadas para engañar al mundo. Somos impostores. Y lo sabemos muy bien. Por eso, en mi futuro viaje de negocios, ya sé que le voy a contestar al hombre de bigotes de migraciones. Cuando me mire e interesado lea el papel que dejaré en sus manos, verá que esa persona que embarca para llegar a Barajas, será simplemente un ”delincuente”.
VICO, FELIZ DIA DEL ESCRITOR
que sigan los éxitos
LUCAS, tu admirador Nº1
Posted by
Anónimo |
12:01 p.m.
Lucas ¿admirador nº 1 de Vico? No sé, más de uno se debe adjudicar ese puesto.
Nacho
Posted by
Anónimo |
12:54 p.m.
Ay, chicas, por favor no se pongan así.
Saludos a todos los escritores y a todos los escribanos.
Posted by
Anónimo |
12:59 p.m.
Lo del cambio de roles lo llevan a la práctica los políticos devenidos en funcionarios. Mi memoria es débil pero Erman González fue ministro de 3 o 4 areas distintas durante el gobierno de Mendez. Los puentes no se cayeron pero la gente se moría de hambre...
Néstor K, los 70 al poder
Posted by
Anónimo |
9:25 a.m.
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Posted by
Anónimo |
12:36 p.m.
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Anónimo |
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Anónimo |
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