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jueves, mayo 12, 2005 

Los alfonsinistas

Cuando llega la noche, los alfonsinistas dejan las máquinas de escribir y salen a pasear en bicicleta. No temen a la oscuridad, pero por las dudas, suelen charlar mientras pedalean. Nunca gritan ni se apasionan demasiado, incluso a veces casi no llegan a escucharse. De todas formas les gusta saber que se pueden cuidar unos a otros. La ciudad repleta de ciclistas devuelve una imagen muy democrática que todos saben apreciar. Una hora más tarde, ellos vuelven a sus casas, se acuestan y sueñan con autopistas informáticas.

Al despertar, preparan los primeros mates y abren las ventanas para que entre el sol. En Alfonsinlandia siempre es primavera. Luego de la ducha, sus habitantes se emparejan los bigotes y escriben el informe del día, que contendrá no menos de doscientas palabras esdrújulas como, por ejemplo, ”sistemático”. Una vez listo el trabajo lo entregan en la oficina del coordinador. Allí, mientras esperan ser atendidos, de tanto en tanto organizan excursiones para visitar a La Mujer que Adivina el Pasado en el Monte de Caballito.

La Mujer que Adivina el Pasado es una señora mayor que oculta su mostacho con un velo y cubre su cabellera con un delicado turbante blanco. Muchos hombres le pagan grandes sumas para que les revele cómo fue la vida veinte años atrás. Eso genera no pocos conflictos con las esposas no alfonsinistas radicadas en la ciudad. Ellas piensan que sería mejor negocio preguntar sobre lo que pasará en el mañana. Ante los reclamos, los hombres simplemente repiten las palabras de la señora del velo:

-Conocer el futuro es cosa del pasado. Ahora lo importante es adivinar aquello que ya se vivió.

Las damas nunca terminan de comprender esas frases y dejan que sus maridos hagan lo que quieran con tal de que no molesten. Creen que no hay nada más triste que un alfonsinista deprimido.

Sin embargo, cada vez que vuelven de las excursiones, comienzan los problemas. Ellos se reúnen en las plazas para cantar y celebrar hasta el amanecer. Nadie se atreve a decirles nada. Saben que luego vendrá la recaída y que no aparecerán por las calles durante largos meses. Las mujeres, entonces, oficiarán un rol clave durante esos momentos, en los que algunos apenas si se bañarán y otros sólo se permitirán balbucear el preámbulo de la Constitución.

Las señoras mantendrán el orden de la casa y completarán todos los informes que sean necesarios para sobrevivir. No tendrán empacho en ensuciarse las manos con sangre de gallina ni tampoco dudarán cuando tengan que escupir en la vereda.

Saben que tarde o temprano los alfonsinistas se recuperarán y tomarán sus bicicletas y el mundo nuevamente albergará un lugar plural y democrático en donde reine la paz.

Muy bien. En este post Vico toca una cuerda novedosa, sorprendente y desconocida para mí.
I. M.

Al almecenero que había en la cuadra de mi casa, en los ochenta y hasta los indultos de Menem, lo llamábamos el alfonsinista. Y mi padre, también alfonsinista, hace poco más de un año, luego del acto de Kirchner en la ESMA, empezó a andar en bicicleta...
(podría extenderme, pero no quiero que, como en menú porteño, censuren mi comment)
Molina

La censura no es un acto alfonsinista, Molina. Lo que pasó con su comentario fue que quise borrar un spam y en la volada cayó usted.
Abrazo.

Los Alfonsinistas no existen. Son un invento de Menem para tener a alguien a quien criticar.
Los menemistas no existen. Son un invento de Duhalde para tener a alguien a quien criticar.
Los duhaldistas no existen. Son un invento de Kirchner para tener a alguien a quien criticar.
(sigue ad infinitum)
EL ESCUADRON POLITICO

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