sábado, junio 25, 2005 

Finales

Es difícil poner un punto a las cosas. Que lo digan sino los que no saben irse de un lugar. Los invitás a comer a tu casa y cuando son las doce de la noche agarran la campera y saludan a todo el mundo. Les abrís la puerta y ahí nomás te largan su problema existencial. Entonces uno debe escuchar su conflicto de vida o muerte en plena calle, cagado de frío, durante hora, hora y media. ¿Por qué no hablan antes? ¿Por qué esperan siempre a último momento?

Esa gente, por lo general, tampoco sabe terminar con el amor. Suele debatirse en eternas charlas acerca del nosotros, de la pareja, del te quiero pero, del te juro que voy a cambiar, del no sé qué me pasa, del todo va a ser muy diferente, del estoy solo, del te extraño. Ellos no dicen me separé, sino me estoy separando. Viven en crisis y añoran épocas en las que se quejaban tanto o más que ahora. Después de un tiempo, llega el día en el que deciden hacer terapia. Por suerte, gracias a Dios y a Freud, las cosas cambian y se los ve mejor. El problema, por supuesto, reaparece cuando quieren dejar al analista. ¿Cómo le digo? ¿Le dejo en claro que es una decisión tomada o abro un espacio para la discusión? Y la rueda vuelve a girar.

Los finales son momentos difíciles. Un mal final puede arruinar una buena obra. Como las películas hollywoodenses y sus previsibles remates. El protagonista parece que resuelve la situación, pero no: el malo reaparece una y otra vez, hasta que lo matan del todo y el muchachito se va con la chica, hacen un chiste tonto, música y títulos. Esos finales son asquerosos. Aunque peores son los de las películas asiáticas, donde están media hora callados y de repente uno le dice a otro: ”alcanzame la botella de agua”. Y ahí termina, eso es todo. Cuestión que uno tenga que pensar qué carajo quisieron decir.

Las fiestas también concluyen penosamente. Se puede notar la ausencia de una alegría que nunca fue del todo, escuchar el eco de conversaciones repetidas, chistes viejos, las mismas caras, la misma música. Es posible encontrar botellas vacías y personas vaciadas. Y lo más triste son las parejitas, que contrastan con el desencuentro del resto. Vendrían a ser como el infeliz que vive a la vuelta de tu casa y se gana la lotería. Para matarse.

Hay finales siniestros. Un día llegás al trabajo y no te dejan entrar. Otro, descubrís una traición. O alcanzás la desesperación, el dolor profundo. La agonía, sin dudas, es el peor final posible, macabro y horroroso. Pero hay finales felices y finales que te dejan pensando. Hay finales a toda orquesta y finales silenciosos. Hay finales con tres puntos y finales definitivos. A mi me gustan que tengan naturalidad. Que las cosas fluyan. Que no haya que forzarlos, que se den solos, que tengan vida propia.

En fin.

lunes, junio 20, 2005 

El amor en guerra

Un par de textos más abajo discutíamos sobre las estrategias que se suelen emplear para la conquista amorosa. La mayoría de los comentaristas se manifestaba en contra de las tácticas y los movimientos planificados; sostenían que lo mejor es ”dejarse llevar” o algo por el estilo.

Quiero dejar en claro mi abierto repudio hacia esa postura.

Una bonita casa con jardín no se podría construir sin los planos de un arquitecto. Y una relación íntima no se alcanza sin un mínimo de planificación.

Los enamorados todo el tiempo elaboran intrigas en sus cabezas, analizan detalles triviales, gestos, frases dichas por la mitad. Ensayan frente al espejo. Memorizan guiones que luego olvidan y se lamentan por las respuestas filosas que no se atrevieron a esgrimir.
La mayoría de las veces sus movimientos fracasan. Y en otras ocasiones suelen ignorar cómo lograron el triunfo. Sin embargo, siempre utilizan planteos tácticos para alcanzar el objetivo.

De tanto escuchar que en la guerra como en el amor todo vale; se me ocurrió que se podrían aplicar las estrategias militares para entender las estrategias del amor. Para eso compré un librito maravilloso titulado ”El arte de la guerra” del chino Sun Tzu y confirmé mi hipótesis.

A continuación extractos del libro junto a unos pequeños comentarios.

"Toda guerra se basa en el engaño. Por ende, cuando esté en condiciones de atacar, finja incapacidad. Cuando realice movimientos de tropas, finja inactividad. Cuando esté cerca del enemigo, hágale creer que está muy lejos. Cuando esté lejos, hágale creer que está cerca. Disponga de señuelos para despistar al enemigo.”

La guerra del amor también se basa en el engaño. Las discotecas están repletas de gente que supuestamente va a ”bailar”. Miles de compañeros de facultad en todo el mundo simulan encontrarse para ”estudiar”. Pocos hombres se acercan a las damas preguntándoles como primer paso: ”¿querés acostarte conmigo?”. Siempre inventan alguna excusa para llegar a ese punto.

"En una guerra, una victoria rápida es el objetivo principal. Si tarda en llegar, las armas se desafilan y la moral de combate se deprime. Someter al enemigo sin luchar es la suprema excelencia.”

Hay gente que piensa que llegar a la conquista luego de un combate prolongado estimula una relación duradera y muy satisfactoria. Nada más errado. Los levantes complicados y retorcidos suelen ser prólogos de relaciones breves o tormentosas.

"El arte de usar las tropas para la guerra es éste: cuando esté en una proporción de diez a uno con el enemigo, rodéalo. Cuando tenga una fuerza cinco veces superior, atácalo. Si duplica su fuerza, divídalo. Si está en paridad de fuerzas, puede empeñar el combate con él si dispone de algún buen plan. Si es numéricamente más débil, debe ser capaz de retirarse.”

"Conoce al enemigo y conócete a ti mismo; en cien batallas no serás nunca derrotado. Cuando seas ignorante acerca del enemigo pero te conozcas a ti mismo, tus chances de ganar o perder son iguales. Si lo ignoras todo acerca de tu enemigo y de ti mismo, tienes la seguridad de ser derrotado en cada batalla".

Estos puntos son fundamentales para jugar a la guerra del amor. Nada es imposible. Sólo hay que estar preparado. Todos los días nos sorprendemos con parejas extrañísimas que se suelen formar y le echamos la culpa al dinero que él posee o a la mentada Ley del Embudo (La más linda junto al más b...).

Sin embargo, en la trastienda de esa unión hay un hombre que estudió sus limitaciones y sus potenciales, analizó los puntos vulnerables de su contendiente, eligió una táctica y elaboró una estrategia para desarrollarla. Luego, cuando llegó el momento clave, atacó sin miramientos y se dispuso a ocupar el territorio enemigo. Si ese hombre se hubiera ”dejado llevar”, hoy no caminaría sonriente junto a una morocha de pechos grandes.


En definitiva, el amor es guerra. Y ya va siendo hora de que reconozcamos que vivimos en combate permanente.

lunes, junio 13, 2005 

El grupo

Siempre hay una fiesta, un cumpleaños, una reunión en lo de alguien. Y ahí están ellos para odiarse en secreto. Tienen veintilargos, treinta y pico, cuarenta y tantos. Son los primeros en abrazarte cuando estás borracho y los que se encargan de hacer notar tu fracaso, tu patetismo, tu poca gracia. Compran cervezas, fuman de la buena, bailan aparatosamente cuando llega el momento de ”esa” canción. Después vendrán los chismes y las confesiones. Alguien contará que una vez pagó un aborto y otro hará una broma para salir del paso. Pedirán un brindis, sonará el timbre y todo volverá a la normalidad.

Se vanaglorian de seguir siendo los mismos, de no aburguesarse. Gastan energías en ser jóvenes y bonitos: rara vez lo consiguen. Esgimen un reproche para los que faltaron a la convocatoria. De todas formas, cada tanto se les une alguien nuevo al que reciben a los gritos.

Cierta morocha suele mostrarse excesivamente cariñosa y otro pretende pelearse a las trompadas. Saben que al día siguiente el alcohol funcionará como un gran pretexto. Más allá de eso, lo de siempre: criticar al jefe, sacar fotos idénticas unas a otras, dejar que se cuele la bronca acumulado. Gesticular, ser espontaneos, brindar por éxitos futuros. A medida que pasa la noche te vas sintiéndo miserable. Encontrás una botella de algo fuerte y te empeñás en terminarla. Intentás sentirte un espectador pero sabés que sos parte del show.

A las cinco de la mañana, una madre despierta al chico que dormía en la habitación de al lado. Llegó el radio taxi. En menos de diez minutos se irán todos.

Sólo quedarán botellas en el suelo y colillas de cigarrillos.

Nada más.

jueves, junio 09, 2005 

Apenas un delincuente

Cada vez que salgo del país, me surge el mismo problema. Tengo que llenar un formulario y decir cuál es mi profesión. Y no sé qué poner. No sé cuál es mi oficio. Si periodista, empleado, guionista, trabajador, oficinista o qué. Es un grave inconveniente. Algunos pueden decir que es una crisis de identidad. En realidad, esto que conté es una mentira, porque nunca salgo del país, pero estoy esperando que eso suceda para que mi crisis tenga un costado elegante. Las dudas de identidad de los que viajan por negocios son mucho más importante que las de los pobres diablos que tienen cuarenta minutos para almorzar un sandwich frente a la computadora.

En fin. Supongamos que tengo que viajar a Madrid para cerrar un acuerdo importante. Y el tipo de Migraciones me pregunta qué soy, qué hago, de qué vivo. En ese momento, balbucearé que soy un hombre. Y no sabré qué más decirle al empleado de gesto adusto y bigote implacable.

No puedo decir que tenga una profesión. Las profesiones son las que profesan los profesionales. Yo no profeso nada. Hago lo que puedo. Tampoco tengo un oficio. Los oficios son para los oficiales. Y por mi parte, soy mucho más clandestino que oficial.

Licenciado en comercio exterior, analista de sistemas, ingeniero hidráulico, experto en Marketing, licenciado en comercialización, empleado administrativo, cerrajero, ebanista, Maestro Mayor de Obras. ¿Qué es la comercialización? ¿Qué sistemas analizan los licenciados? ¿Qué es el Marketing? ¿Qué hacen los licenciados en Turismo? ¿De qué viven los técnicos en laboratorio?

Empiezo a sospechar que todo es una gran mentira. Imaginemos que un día todos intercambiamos lugares en la gran ensalada del mundo. Supongamos que a mi me toque ser médico, al enfermo le toque ser almacenero, al almacenero, gerente de marketing. Al gerente de marketing, albañil. ¿Cuánto tardaría la sociedad en acomodarse?

Creo que en menos de dos años, ya estaría el mundo funcionando como antes. Aquellos que no puedan adaptarse a sus nuevas funciones, se convertirían en los nuevos desocupados. A lo sumo, habría menos médicos idóneos y los puentes que construyeran los nuevos ingenieros se caerían irremediablemente. Pero tampoco sería tan grave. De hecho, hoy en día hay miles de médicos que no cumplen. Y los puentes...bah, ya ni se construyen puentes.

En conclusión si todos intercambiaramos los roles, el mundo seguiría andando. El título, la profesión, el diploma colgando en el despacho no son más que coartadas para engañar al mundo. Somos impostores. Y lo sabemos muy bien. Por eso, en mi futuro viaje de negocios, ya sé que le voy a contestar al hombre de bigotes de migraciones. Cuando me mire e interesado lea el papel que dejaré en sus manos, verá que esa persona que embarca para llegar a Barajas, será simplemente un ”delincuente”.

lunes, junio 06, 2005 

Kasparov del amor

A primera vista parece un tipo como cualquiera de nosotros. No tiene ojos de afiche publicitario, ni músculos esculpidos en un laboratorio, ni mucho menos una billetera capaz de suplir defectos y achaques. Su punto de inicio es igual al del noventa y nueve por ciento de los hombres. Sin embargo, él consigue lo que todos quisiéramos. Con sólo proponérselo, puede llevar a la cama a la mejor hembra.

Me temo que no le va a gustar el texto. Es un homenaje, pero también, necesariamente, una traición. Voy a revelar secretos importantes y me imagino que no le caerá muy simpático.

El mote con el que se lo conoce es certero. Como el gran ajedrecista ruso, está cinco movimientos adelantado durante cualquier partida con una señorita. Cuándo ellas le dicen hola, él ya sabe qué pasará dentro de dos semanas. Para lograr eso –dice- tuvo que sufrir incontables fracasos que lo dejaron al borde de la locura.

Pero ahora fuma, sonríe, guiña un ojo: disfruta de su corona. Es el campeón del deporte más apasionante del mundo. Y lleva su título con elegancia y discreción. Nunca miente. Sabe que los engaños funcionan perfecto para una noche, pero luego terminan cerrando valiosas puertas. Uno de los grandes méritos del Kasparov del amor es su capacidad de acumulación. Siempre se las ingenia para que sus mujeres no sean flores de un solo día.

-La clave radica en establecer jerarquías. –me explica a desgano mientras trabaja detrás de una máquina repleta de perillas – Hay chicas a las que sólo se las puede llamar los miércoles o jueves, para que crean que fueron elegidas especialmente. Ellas no están para sacarte de un apuro.

Una de las figuras fundamentales en su vida es Juan Domingo Perón. Del líder justicialista aprendió a construir discursos que se pueden interpretar de distintas formas, según desde qué lugar esté parado el receptor. Kasparov toca la guitarra y compone canciones de amor peronista. Es decir, cada una de sus mujeres cree que él escribió esos temas pensando en ellas.

Y en cierta forma es así. Él piensa en una y en todas al mismo tiempo.

La parte por el todo, dirían los semiólogos.

Otra de las brillantes creaciones de este hombrecito que se gana la vida como sonidista fue el mundialmente famoso Esquema de los siete fernets. Para que se cumpla ese postulado un hombre y una mujer deben hallarse enfrentados por una mesa. Siete vasos de la conocida bebida alcohólica estarán sobre el mueble y se distribuirán equitativamente de forma tal que se arribe a una relación amorosa.

Si la dama es una presa de belleza inescrutable, el hombre intentará que sea ella la consumidora de las siete copas. De esa manera, estará borracha y caerá rendida al amor. A medida que la calidad de la hembra vaya decreciendo, los fernets cambiarán de mano, hasta un punto en el que el caballero deberá beber todo el alcohol posible para darse coraje.

Kasparov, como todos los grandes triunfadores, se destaca por obsesivo y apasionado en lo que hace. Es capaz, por ejemplo, de anotar con circulitos en su agenda la fecha de la regla de todas las mujeres a las que suele cortejar. Esos datos le proporcionan la información necesaria para marcar un cronograma de encuentros.

-Lo ideal –dice el Gran Maestro- es llamarlas dos veces al mes. Una, pocos días antes de que llegue su periodo. Y otra, más tarde, cuando viene el momento de la ovulación. -Si los llamados son precisos, ellas estarán en el punto justo para aceptar el convite, me explica.

Reducir la importancia del azar a la mínima expresión es el objetivo de este hombre. Para eso estudia movimientos y partidas, contempla a las mujeres que caminan por la calle, a las que salen del subte, a las que hacen la fila en el supermercado. Las observa en detalle, las analiza, las espía si es necesario. Entiende a las rivales para poder doblegarlas. Piensa como ellas. Respira como ellas. Sufre como ellas. Finalmente urde un plan. En base a su poder combinatorio de táctica, establece con claridad los movimientos para dar Jaque Mate.

Nunca falla.

miércoles, junio 01, 2005 

Una pareja moderna

Era insostenible. Peleas a los gritos, insultos y esas cosas. Tenían que separarse. Sería lo mejor para ellos y para los chicos. Él se fue a una pensión y se puso a buscar un departamentito. Su cuñado lo ayudaría con la garantía para el alquiler. El problema era que en el trabajo todo venía para mal. Despidos, suspensiones, mal clima. Cuando le bajaron el sueldo comprendió que tenía que replantear el tema. Con esa plata era imposible mantener una casa y pagar una cuota de alimentos. Entonces volvió y propuso un pacto.

Ella dormiría en la habitación de la nena. Él llegaría lo más tarde posible, cuestión de no cruzarse. Pactaron, también, que no se dirigirían la palabra. El convenio no era “hasta que la muerte los separe”, sino “hasta que repunte un poco la cosa”.

Claro que no imaginaron que a él le llegaría otra rebaja y a ella un despido y una indemnización que todavía no pudo cobrar. Pasaron casi dos años. Un día volvieron a hablarse y ahora parecen un matrimonio normal. Eso sí, siguen durmiendo en camas separadas